Quién no ha escuchado en alguna ocasión, hablando del románico palentino, referirse a Frómista, significado en la excepcional iglesia de San Martín, como el lugar donde mora la obra cumbre del románico rural palentino. Frómista es un crucero de diferentes estilos arquitectónicos auténticamente privilegiado. En él se asientan cultura, tradición, devoción, patrimonio, arquitectura y modernidad, como grandes valores simbióticamente hermanados, acogidos en su seno sin ningún recelo ni reparo. Los esperanzados peregrinos, que de este a oeste encaminan la senda del Apóstol, con esfuerzo, mucho esfuerzo, atravesando el corazón de la provincia de Palencia en busca de unos momentos de divinidad, encuentran en Frómista un lugar ideal para la devoción más íntima y personal, donde el esfuerzo realizado se ve plenamente recompensado gracias a la magia que desprenden cada uno de los hermosos rincones de esta bella localidad palentina.
Cuando doña Mayor, viuda del rey Sancho Garcés III y condesa de Castilla, ordenó construir una iglesia en el monasterio benedictino de San Martín -hoy desaparecido- allá por los años sesenta del siglo XI, estaba escribiendo, tal vez sin ser consciente, una página única, brillante, excepcional e irrepetible en la historia del románico más intrínsecamente ligado al patrimonio real de la época. Incluso con la restauración llevada a cabo a finales del siglo XIX, San Martín es, cuanto menos sentimentalmente para mí, la obra cumbre del románico español, sin ningún género de duda ni discusión, por mucha controversia que esta afirmación cause.
San Martín transpira arte por todas sus piedras. Fue declarada Monumento Nacional en el año 1894. Dicha nominación propició la aceleración de su “polémica” restauración; la cual ha suscitado miles de comentarios. A finales del siglo XIX, el arquitecto madrileño Manuel Aníbal Álvarez se encargó del proyecto de restauración del templo. A su llegada a Frómista se encontró una espectacular iglesia que lamentablemente anunciaba un inminente estado de ruina. En ese mismo momento, ya es consciente de que no es una simple restauración lo que tiene que proyectar, pues en algunas zonas del templo la actuación a llevar a cabo se aproximaba más bien a una íntegra reconstrucción. El planteamiento final, después de diversos y minuciosos estudios sobre el terreno, el arquitecto lo tenía meridianamente claro: debía afrontar en las zonas más dañadas una restauración integral para así devolver el aspecto dinástico y señorial que el templo nunca debió perder.
Cuando doña Mayor, viuda del rey Sancho Garcés III y condesa de Castilla, ordenó construir una iglesia en el monasterio benedictino de San Martín -hoy desaparecido- allá por los años sesenta del siglo XI, estaba escribiendo, tal vez sin ser consciente, una página única, brillante, excepcional e irrepetible en la historia del románico más intrínsecamente ligado al patrimonio real de la época. Incluso con la restauración llevada a cabo a finales del siglo XIX, San Martín es, cuanto menos sentimentalmente para mí, la obra cumbre del románico español, sin ningún género de duda ni discusión, por mucha controversia que esta afirmación cause.
Frómista. Vista virtual en 360º
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2 comentarios:
Me ha encantado tu artículo sobre Frómista!
Nos encantaría conocerte este verano en los conciertos de guitarra que organizamos en el Camino palentino, 1 de junio a 1 de octubre, caminoartes.org. Un abrazo
Me ha encantado tu artículo sobre Frómista!
Nos encantaría conocerte este verano en los conciertos de guitarra que organizamos en el Camino palentino, 1 de junio a 1 de octubre, caminoartes.org. Un abrazo
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