El Cristo de la Agonía de la iglesia de San Juan es una de las joyas patrimoniales más importantes de Guardo, sin duda alguna. Su impresionante realismo, magistral tallado y excelente conservación protagonizan en su soledad el retablo que el Altar Mayor de San Juan luce a diario. La ausencia de otras tallas en su morada de descanso, como si de un gran marco, que envuelve a una excelsa obra pictórica del mejor artista se tratara, hace aún más, si cabe, que esta impresionante escultura brille con gran resplandor sobre el presbiterio de la iglesia guardense.
Cristo de la Agonía, Semana Santa Foto: Mamerto Fernández |
Quién mejor que Mamerto Fernández para hablarte de la historia guardense. Mamerto es la memoria activa y viva de Guardo. Durante más de cuarenta años fue el encargado de subastar los pasos procesionales de la Semana Santa guardense, tradición que heredó de su padre, Segundo, este, junto con el párroco don Juan, implantaron allá por el año 1916 la tradicional Subasta de los Pasos de Semana Santa, esta historia se merece una narración aparte, algún día publicaré mi relato "La subasta de la Ligera", narración que dediqué a mi buen amigo Mamerto.
Mamerto se emociona al hablar del Cristo de la Agonía y como buen narrador, centra sus recuerdos en la época en que este Cristo procesionaba por las calles guardenses en la Semana Santa de la localidad. En tiempos, el Cristo estaba en un retablo, situado en el lado del evangelio, frente a la puerta de entrada, aunque parece ser que ha recorrido diversas estancias de la iglesia de San Juan. "Sus brazos eran articulados", cuenta Mamerto, mientras revisa sus recuerdos, "pero de tanto subirlo y bajarlo del antiguo retablo se terminaron deteriorando. Entonces se decidió la restauración para dejar sus brazos fijos... y no procesionó más", añade.
Mamerto se emociona al hablar del Cristo de la Agonía y como buen narrador, centra sus recuerdos en la época en que este Cristo procesionaba por las calles guardenses en la Semana Santa de la localidad. En tiempos, el Cristo estaba en un retablo, situado en el lado del evangelio, frente a la puerta de entrada, aunque parece ser que ha recorrido diversas estancias de la iglesia de San Juan. "Sus brazos eran articulados", cuenta Mamerto, mientras revisa sus recuerdos, "pero de tanto subirlo y bajarlo del antiguo retablo se terminaron deteriorando. Entonces se decidió la restauración para dejar sus brazos fijos... y no procesionó más", añade.
Iglesia de San Juan Bautista en los años cincuenta Foto: Parroquia de Guardo |
Recuerda con orgullo, como en cierta ocasión se acercaron hasta Guardo unos monjes para ver y analizar nuestro Cristo. Cree que eran de Madrid, les habían hablado de la talla y querían comprobar insitu la excepcional obra. Ya en la iglesia, frente a este, los monjes indicaron a Mamerto que les ayudara a bajar el Cristo del retablo y así poder observarlo de cerca. Mamerto se puso manos a la obra sin dudarlo un instante. En la maniobra, el Cristo se ladeo y cayó sobre el bueno de Mamerto, su nariz hizo de improvisado apoyo. "La cuna que te arrolló", fue el piropo que nuestro amigo Mamerto dedicó al Cristo por dicho infortunio, provocando las risas de los monjes, que aún con el susto en el cuerpo preguntaban por el estado de su napia. Eso sí, la nariz de Mamerto sufrió una parcial rotura sin más trascendencia; hoy, en el recuerdo de la anécdota, señala con su dedo la nariz y cuenta dicha experiencia con gran satisfacción, de verdad, escúchala de su propia voz, es digna de admiración.
Talla de San Antonio. Autor Francisco de Sierra |
El Cristo de la Agonía luce un excepcional arte barroco, como gran parte de la imaginería que hoy podemos admirar en esta iglesia, posiblemente... de lo mejorcito del norte provincial. Es obra de la factoría de los Sierra, familia asentada en Medina de Rioseco cuyo taller funcionó con gran éxito durante los siglos XVII y XVIII. El promotor de dicha empresa fue el gran artista castellano Tomás de Sierra, progenitor de la saga de tan laureados artistas. Aunque nacido en Santalla del Bierzo, se estableció en Medina de Rioseco, donde con sus hijos elaboraron buena parte de la imaginaría que procesiona en las mejores Semanas Santas nacionales. Tomás de Sierra tuvo diez hijos, siete varones, Francisco, Baltasar, José, Tomás, Jacinto, Manuel y Pedro, este último está considerado uno de los mayores escultores castellanos de todos los tiempos. Tuvo también tres hijas, María, Manuela y Josefa. Entre todos diversificaban las disciplinas necesarias para elaborar los mejores retablos y las mejores tallas de la época; eran escultores, pintores, ensambladores, arquitectos y sobre todo emprendedores, grandes emprendedores.
Tres generaciones de la familia Sierra formaron parte del taller imaginero más famoso de aquellos tiempos, tal vez más, no lo he estudiado a fondo; acogían una gran demanda de encargos, sobre todo procedentes de la Iglesia. Pero fue su nieto, Rafael de Sierra -hijo de Pedro y sobrino de Francisco de Sierra, este último presbítero y escultor-, quien con sus prodigiosas manos talló nuestro Cristo en el 1764. Hay que decir que Francisco de Sierra, su tío, también tiene vinculación con nuestro pueblo, pues años antes fue el encargado de realizar la talla de San Antonio, hoy la podemos admirar en el centro de un impresionante retablo en la pared de la sacristía, junto a la capilla de San Antonio. Rafael de Sierra desarrolló parte de su labor profesional en León, donde los Sierra y discípulos de estos tenían una excelente cartera de clientes. Es posible que en muchos de los encargos coincidieran las manos de varios artistas de esta saga de grandísimos imagineros, por qué no. En el caso de nuestro Cristo, es fácil ver la inspiración del mejor escultor castellano de la época, su padre, Pedro de Sierra, pero no sus manos expertas sobre el excepcional tallado, pues cuatro años antes de su creación Pedro había fallecido.
Tengo que decir que el ilustre escritor Jaime García Reyero me puso sobre la pista en la cuestión en relación a los datos sobre este Cristo, pues en su día, don Jaime, ya había referenciado en uno de sus libros esta excepcional talla, lo cual hace todo más fácil. Jaime, en su libro "Guardo, sus gentes y su historia", indica algunas de las cuestiones que aparecen en los libros de fábrica de 1754-1781 y de inventarios de 1785 de la parroquia guardense. Así pues, hoy podemos saber gracias a estos documentos algo más de nuestra intensa historia. En estos aparece el encargo que hizo la parroquia guardense al prestigioso taller de los Sierra, una vez que la anterior talla fue desechada y enterrada por el deterioro que había sufrido a lo largo de los años. 1.200 reales de vellón fue el costo de la imagen, una auténtica fortuna... pero mereció la pena, pues el extraordinario legado que aquel dinero dejó a los guardenses es de un valor realmente incalculable... y no solo monetario.
Es fácil de imaginar la dedicación que el autor puso sobre esta gran obra de arte. Su expresión, su realismo, su viveza... hacen de esta talla una joya imprescindible de visitar y a la par una joya escultórica para emocionarse, a los pies de la extraordinaria imagen. Es sin duda una gran obra de arte que a veces pasa desapercibida, incluso para nosotros mismos... los que día a día pasamos cerca de ella. Pero ahí está, siempre, observando de cerca... muy de cerca, los acontecimientos que los guardenses celebran en la iglesia más emblemática de la localidad.
Vistas virtuales en 360º Iglesia de San Juan
Views: Iglesia de San Juan de Eduardo Gutiérrez Pérez. Visita virtual del interior de la iglesia en 360º, girar la imagen con el ratón
Views: Mirador de Guardo. Oficina de Turismo de Eduardo Gutiérrez Pérez Visita virtual en 360º, ¿Es lo qué vio nuestro monje? Girar la imagen con el ratón
Fotografías propias previamente retocadas
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