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El misterio de las aguas, el fuego... y la noche de San Juan


Aunque acababa de asentarse en la comarca y no había tenido suficiente tiempo para indagar las sorpresas que esta le deparaba, ya conocía, por la avanzadilla previamente enviada a la zona, el manantial del que tantas increíbles historias había escuchado; a Máximo le atraía poderosamente aquella ancestral construcción, enclavada entre tan hermosas montañas. Localizar el manantial fue lo primero que hizo nada más llegar al misterioso lugar. Pero una vez allí, sus expectativas se vieron truncadas: ¿dónde estaba el agua que con tanto entusiasmo esperaba degustar?, se preguntó a sí mismo Máximo, sorprendido ante la sequía del manantial.

Volvió cariacontecido al asentamiento que él y su familia habían improvisado, no podía disimular su disgusto. La domina le preguntó cuál era la razón de su pesadumbre, pero esta no obtuvo respuesta alguna. La noche... se le hizo larga... muy larga y a pesar del abrasador sol, que imperante durante aquel eterno día daba paso a la noche más corta... aquella lóbrega y misteriosa noche, protegida por los rescoldos de la hoguera encendida al compás de la aparición de la oscuridad, se le hizo eterna. A la par y sucumbiendo ante el cansancio de tan larga jornada, empezó a retorcerse de dolor. No entendía a qué se debía aquel repentino dolor de tripa.

Amanecía lentamente, el sol comenzaba a despuntar sobre la cima de la majestuosa montaña. No había pegado ojo. El dolor no remitía, pero aun así, lo primero que hizo antes de de empezar la dura jornada que le esperaba, fue acercarse de nuevo al manantial. En esta ocasión, tuvo más suerte, el pilón desbordaba de agua limpia y cristalina. ¡Qué extraño! Parece ser que el agua mana a su antojo, pensó Máximo visiblemente sorprendido. Se reclinó sobre su cuerpo para alcanzar el agua, apoyándose sobre uno de los arcos de piedra que ornamentaban el manantial. Esperaba que así, bebiendo agua recién brotada del pilón, calmase el insoportable dolor que desde la noche anterior le afligía. Máximo llevaba constantemente su mano al bajo vientre, y así una y otra vez, intentando de esta forma mitigar... su cada vez más insoportable aflicción. De nuevo, Máximo bebía de aquel agua, casi sin darse tregua para respirar plenamente convencido de que le haría bien a su dolor. Repetía de nuevo la flexión, esperando recuperar las fuerzas necesarias para poder iniciar la jornada en aquel bello lugar.


La domina ya le había advertido en diversas ocasiones. Su afición a las supercherías terminarían por hacerse realidad... y no respondería por él. No era la primera vez que lo habían discutido. De hecho, el día anterior, nada más llegar a la comarca, Máximo había comentado ante los suyos, que la fuente en la que habían puesto tantas esperanzas la había encontrado más seca que la tierra de aquellos polvorientos y amarillentos campos del sur, preludios del verde y florido paraje que frente a si tenía. Sin embargo, al día siguiente, manaba y manaba agua del manantial sin cesar y sin que encontrara explicación alguna para aquel extraordinario hecho. Aún así, estaba seguro que les traería suerte, mucha suerte, las cosas se tornarían a mejor, estaba plenamente convencido. Pero pasaron los primeros días y el estado de salud de Máximo empeoró. Al séptimo día, solo era capaz de reclinarse sobre su lecho intentando mitigar como podía aquellos terribles dolores. Al atardecer, un silencio sepulcral se hizo en la improvisada estancia. La domina salió del recinto y mirando al languidecido sol, suplicó: Ahora no, aún no...

Y hasta aquí la leyenda... ahora, la  realidad.

La noche de San Juan es tal vez una de las tradiciones más veneradas y celebradas en las tierras de fe cristiana, aunque curiosamente procede de una tradición auténticamente pagana. De hecho, el Apóstol, da nombre a multitud de lugares, parajes, barrios, etc., y a infinidad de templos que consagran sus piedras a uno de los discípulos que más destacaron en la vida de Jesús de Nazaret. Juan fue testigo de excepción de importantes episodios acontecidos en la vida Cristo. Jesús impregnó en este una enorme devoción, que hizo de él uno de sus más fervientes seguidores.

En la noche de San Juan... el agua y el fuego son actores principales e imprescindibles. Son parte ineludible de la noche más mágica del año. La tradición popular nos recuerda constantemente que es la noche más corta del calendario gregoriano, y el fuego purificador... es la señal enviada desde la Tierra que predestina al sol... fuerza para encarar el estío. Pero técnicamente esto no es así, cuanto menos en la primera parte, pues la noche más corta se produce con la llegada del solsticio, unos días antes a la celebración de esta popular tradición, aunque la diferencia de tiempo de ambas noches es básicamente de segundos. En la segunda... la de conseguir de que el sol se comporte como tal en el verano velillense... habría mucho que discutir.


De fuego, agua y noche de San Juan saben mucho los vecinos de Velilla del Río Carrión. Buenos amigos y compañeros ostento en el pueblo vecino. Además, quién no quiere presumir de nuevos conocimientos a la hora del relato de sus historietas y anécdotas, y añadir a su elocuente narración de hechos, añadiendo que a escasos tres kilómetros de su tierra natal... existe uno de los elementos patrimoniales más misteriosos, mágicos y sorprendentes de la comarca. Sí, sí, hablo de la Reana, lugar de poder único en la zona. Paraje idílico donde les halla y envuelto en un entorno sin igual. Lugar de ensueño donde mejor se conjuga el misterio, la tradición, la cultura, etc., no en vano se entrelazan desde tiempos inmemoriales el fuego el agua y la veneración a San Juan. Pero para los velillenses no todo queda simplemente con la constatación de tener una fuente prodigiosa, sino, además, Velilla puede presumir de algunos vestigios románicos... aún encarnados en la eterna acompañante del manantial, la ermita de San Juan de Fuentes Divinas, casi nada. Como dice mi buen amigo Edu... estás en el Paraiso, majo.


La Reana es un manantial de aguas intermitentes. No sé por qué... intuyo que su ingenioso constructor perjuró que su misterio nunca sería resuelto. Y más de dos mil años después, así sigue siendo, el misterio está prendido a fuego entre las aguas de dicho manantial. Consta de tres arcos (de los que solo uno es original, los otros dos fueron reconstruidos en los años ochenta) otorgando a la fuente un estilo que recuerda a las construcciones termales romanas de época. Su datación es incierta. Plinio el Viejo consideraba que la actual Reana es una de las tres Fuentes Tamáricas ubicadas en el norte peninsular, principalmente entre el norte de Palencia y Cantabria. Doscientos años antes de su época, ya se reflejaba en algunos de los escritos estudiados y consultados por él. Pero la verdad es que su origen forma parte del misterio que envuelve a la fuente. Leyendas mágicas y misteriosas danzan en torno a esta. Una de ellas, precisamente la más intrínsecamente ligada con la vida y la muerte, el fuego y el agua, nuestro amigo Máximo... ya fue testigo de excepción de estas... Supersticiones a parte, yo por si acaso las fotos que acompañan a este humilde artículo, las pongo con el agua manando... no sea que tal...

VISTA ESFÉRICA DE LA REANA (MUEVE CON EL RATÓN EN TODAS LAS DIRECCIONES)











Fotografías propias previamente retocadas
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